Published Date :12 Jul, 2017
DÍA 1: 18/07/2017. POKHARA, LA CIUDAD ENCANTADORA
El primer día de esta fascinante aventura, nos trasladamos en autobús desde Katmandú a Pokhara. Aunque el trayecto se nos hizo un poco largo por el tráfico, me siento feliz de decir que realmente mereció la pena; resultó que Pokhara es una ciudad preciosa, que desprende tranquilidad y belleza, y en la que el contacto con la naturaleza está garantizado.
Al llegar a esta acogedora ciudad, hicimos el check-in en el hotel, y nos dispusimos a explorarla. Visitamos el lago Phewa, donde descansan coloridas barquitas en las que pueden darse paseos, y visitar el templo que se ubica en una pequeña isla. Ver el atardecer con estas vistas fue maravilloso.
Al anochecer, cenamos en la terraza de un pequeño restaurante vegetariano, y volvimos al hotel a descansar para el día siguiente.
DÍA 2: 19/07/2017. ULLERI, COMIENZA EL TREK
Al día siguiente, despertamos temprano, y cogimos un autobús de duración de en torno a unas 2 horas, que nos dejó en Nayapul, un pueblecito de unos 1070 metros de altura, donde daría comienzo nuestra aventura.
En el que sería nuestro primer día de trek, recorrimos 20 kilómetros de trayecto pasando por puentes colgantes de madera, pequeños pueblos de montaña, un restaurante, donde comimos con unas espectaculares vistas a las verdes colinas, y 3.500 escalones que subimos para llegar hasta Ulleri, nuestro destino, a 1960 metros de altura. ¡Todo un reto!
El albergue donde nos hospedamos esa primera noche en la montaña era de cuento. Mi habitación tenía dos ventanas, desde las que se podían ver las verdes colinas que nos envolvían. Además, al tratarse de la época del monzón, al atardecer, una neblina comenzó a cubrir dichas colinas poco a poco, ofreciendo un panorama de película, que pude disfrutar desde mi misma habitación.
DÍA 3: 20/07/2017. POONHILL, LA CIMA
El tercer día del viaje, emprendimos temprano nuestro trek hacia Ghorepani. Este camino duraría en torno a unas 3 horas (el más corto de todos), pero nos tendría reservada una sorpresa para la tarde…
El trek a Ghorepani consistió principalmente en atravesar un frondoso bosque, rebosante de vegetación, con bonitas cascadas y exóticas plantas. Al llegar al encantador pueblo de destino, hicimos el chek-in en un albergue, una vez más, con unas vistas espectaculares, donde comimos y pudimos descansar.
Por desgracia, al ser la época del monzón, y al estar a tanta altura (2875m) las nubes nos tapaban las altas cumbres del Himalaya que se podían ver desde el hotel, tales como Anapurna South, o Anapurna First; pero, por otro lado, dotaban de emoción a la situación, ya que de vez en cuando la niebla se iba, y dejaba al descubierto estas hermosas cimas, que contemplábamos emocionados, hasta que, de nuevo, la bruma nos quitaba de la vista.
Así ocurrió, de hecho, cuando por la tarde ascendimos Poon Hill. Un estrecho sendero de escalones plagado de vegetación nos guió hasta la cima, a 3210m de altura.
Ésta consistía en un mirador desde donde, al llegar, sólo pudimos ver niebla y vacío (de nuevo a causa del monzón, aunque, he de reconocer, también era impactante y encantador). Nos sentamos en uno de los bancos del mirador, y, a los 15 minutos, las nubes comenzaron a moverse. Cuál fue nuestra emoción cuando pudimos empezar a ver las cumbres apareciendo entre las nubes. ¡Parecía que estábamos en el cielo, viendo desde ahí las majestuosas cumbres del Himalaya! Fue algo impresionante.
El resto del atardecer y noche lo pasamos en el albergue, que tenía una bonita terraza con espectaculares vistas, y un saloncito con chimenea en el interior. Ahí pudimos conocer distintas mentes aventureras con las que conversamos, cenamos y jugamos a juegos de mesa hasta la hora de dormir.
DÍA 4: 21/07/2017. GHANDRUK, EL DESCENSO
El último día del trek fue el más intenso de todos. Descendimos todo lo ascendido, hasta llegar a Ghandruk, un hermoso pueblo con casitas de tejados de piedra, desde el que pudimos vislumbrar las nevadas cumbres del Himalaya, desde una altura de 1940m.El camino que nos llevó a Ghandruk estuvo plagado de cascadas, puesto que íbamos siguiendo el sendero del río. Fue un sendero increíblemente frondoso, que en ocasiones me hacía pensar que estaba cruzando el mismísimo Amazonas.
La vegetación, espesa y de un color verde intenso, estuvo presente durante todo el recorrido, que ascendía y descendía colinas, en cuyas cimas siempre había una pequeña base con bancos donde poder descansar, ver las vistas (que en nuestro caso estaban cubiertas de niebla por el monzón) y encontrarte con otros trekkers.
A mitad de camino, tras almorzar en un pequeño restaurante asentado en plena vegetación, se nos unió un acompañante, un simpático perro de color anaranjado, al que, según nos dirían más tarde en Ghandruk, le encanta el senderismo.
Una vez llegamos a nuestro destino, pudimos descansar en el albergue con vistas a la montaña, explorar el pueblo, y visitar su pequeño monasterio, entre otras cosas. Ese día caí rendida a dormir, había sido un día intenso, ¡pero lo había disfrutado al 100%!
DÍAS 5 y 6: 22-23/07/2017. GORKHA PUEBLO, UN DESCANSO
El quinto día del viaje, fuimos desde Ghandruk a Gorkha, en autobús. Nos dirigíamos a uno de sus pequeños pueblos de vida tranquila, cosechas, y ganado, que tanto abundan en Nepal.
Cuando llegamos a Gorkha ciudad, habíamos perdido el autobús al pequeño pueblo debido a un atasco que prolongó el viaje, por lo que teníamos dos opciones: o hacer noche en Gorkha y coger el autobús a la aldea a la mañana siguiente, o ir caminando, durante tres horas hasta el pueblecito.
Nos decidimos por la segunda opción, y emprendimos la marcha, no sin antes almorzar y comprar fruta fresca en un puesto local.
Cuando íbamos de camino al pequeño pueblo, nos encontramos con un tractor que se dirigía a nuestro mismo destino, así que nos lanzamos a la aventura, y nos subimos a él, que nos dejó en el pueblo en cosa de una hora más o menos. Ésta ha sido sin duda una experiencia que me quedo para siempre, y que me encantaría repetir; compartir (por completa casualidad) un tractor con granjeros locales, por rutas que atravesaban tierras montañosas de cultivos de maíz y arroz, mientras atardecía.
Al llegar al pueblo, tomamos algo para cenar, descansamos charlando con una noche repleta de estrellas sobre nuestras cabezas, y fuimos a descansar a una pequeña cabaña hecha de bambú.
A la mañana siguiente, nos dedicamos a explorar la aldea. Visitamos un pequeño barrio cercano de la casta de los intocables, visitamos templos ancestrales, donde los agricultores aún dejaban ofrendas como mazorcas de maíz a los dioses, vimos cómo los locales construían sus casas con sus propias manos tras el terremoto, cruzamos los interminables cultivos de maíz, bambú y pasto, y descansamos de lo que había sido, uno de los viajes más impresionantes que he hecho nunca.
Para más información, contenido audiovisual: https://www.youtube.com/watch?v=bkkL0ARi6E0
Sonia Ferrer, Nepal, julio de 2017.